Hoy es más urgente que nunca preguntarse por la relación entre los discursos que propugnan los Medios masivos de comunicación, las Nuevas Tecnologías, y la Escuela. La pregunta que nos hacemos podría formularse de la siguiente manera : ¿Qué capacidad tiene la escuela para desvelar los intereses que inspiran el discurso dominante de los Medios masivos y de las Nuevas Tecnologías de la Información? La Escuela y los Medios, a través de sus discursos, conforman ciudadanía, subjetividad, pero desde postulados morales totalmente distintos. Las formas de pensar que subyacen y promueven los diferentes medios de información y comunicación ni son neutrales ni se dan en el vacío, basta con analizar sus productos, programas, diseños...
De igual forma, en la actualidad se observa la dificultad que experimenta un número importante de individuos para entender los mensajes que se transmiten en los medios de comunicación. La descontextualización y fragmentación del conocimiento en los medios es una realidad. Unido a esto hay que destacar, con todas las consecuencias que pueda tener las dificultades de las personas con niveles considerables de escolarización, incluso universitaria, para interpretar y dar sentido a la información que les llega por los más diversos canales, está haciendo aparecer un nuevo tipo de analfabetismo. Por ejemplo, entender la información transmitida en un telediario requiere contar con unos mínimos conocimientos previos sobre los aspectos más diversos. Desde historia y geografía, hasta política nacional y extranjera, moda, literatura, biología e ingeniería. Pero sobre todo requiere un saber que no está ubicado en ninguna disciplina específica, como tal, aunque exige una capacidad de valorar, interpretar, discernir y matizar lo visto y lo escuchado, para tener un criterio de credibilidad sobre las fuentes que nos informan y los hechos comentados.
De ahí que cada vez sea mucho más difícil distinguir entre información, opinión y seleccionar lo fundamental de lo transmitido, desenmascarar razones ocultas o simplemente considerar que aquello que vemos tiene que ser remediado, solucionado y necesita de una actuación. Cada vez más hay una distancia, generada por los mass-media, entre lo que pasa y cómo se cuenta, entre la realidad y la ficción, imperando la seducción mediática y el lenguaje que confunde y adormece al usuario del mismo. El gran engaño consiste en suponer que quien va a utilizar los medios ya tiene formación suficiente para hacerlo, lo que no suele ser cierto en la mayoría de los casos. Se necesitaría tener un conocimiento previo o un requerimiento adquirido por el análisis desde la experiencia personal, cultural y grupal capaz de servir de referente a lo que nos llega desde los medios.
"Desde un punto de vista cultural, el espectador o receptor de mensajes realiza una serie de operaciones de identificación, de reconocimiento, de diferenciación, que suponen la existencia de un conjunto de recursos propios de un núcleo cultural a partir del cual se seleccionan y procesan el contenido de dichos mensajes. Cuando este núcleo propio no está constituido o lo está muy débilmente, los riesgos de alienación y de dependencia aumentan considerablemente. Los medios, en particular la televisión, no han sido concebidos para formar este núcleo. Dan por hecho, al contrario, que cada individuo ya lo ha desarrollado y, a partir de ese dato, la tendencia consiste en incrementar la diversidad de la oferta para permitir que cada uno elija el tipo de programa que prefiera” (Tedesco, 1995:84-85).
De igual forma, en la actualidad se observa la dificultad que experimenta un número importante de individuos para entender los mensajes que se transmiten en los medios de comunicación. La descontextualización y fragmentación del conocimiento en los medios es una realidad. Unido a esto hay que destacar, con todas las consecuencias que pueda tener las dificultades de las personas con niveles considerables de escolarización, incluso universitaria, para interpretar y dar sentido a la información que les llega por los más diversos canales, está haciendo aparecer un nuevo tipo de analfabetismo. Por ejemplo, entender la información transmitida en un telediario requiere contar con unos mínimos conocimientos previos sobre los aspectos más diversos. Desde historia y geografía, hasta política nacional y extranjera, moda, literatura, biología e ingeniería. Pero sobre todo requiere un saber que no está ubicado en ninguna disciplina específica, como tal, aunque exige una capacidad de valorar, interpretar, discernir y matizar lo visto y lo escuchado, para tener un criterio de credibilidad sobre las fuentes que nos informan y los hechos comentados.
De ahí que cada vez sea mucho más difícil distinguir entre información, opinión y seleccionar lo fundamental de lo transmitido, desenmascarar razones ocultas o simplemente considerar que aquello que vemos tiene que ser remediado, solucionado y necesita de una actuación. Cada vez más hay una distancia, generada por los mass-media, entre lo que pasa y cómo se cuenta, entre la realidad y la ficción, imperando la seducción mediática y el lenguaje que confunde y adormece al usuario del mismo. El gran engaño consiste en suponer que quien va a utilizar los medios ya tiene formación suficiente para hacerlo, lo que no suele ser cierto en la mayoría de los casos. Se necesitaría tener un conocimiento previo o un requerimiento adquirido por el análisis desde la experiencia personal, cultural y grupal capaz de servir de referente a lo que nos llega desde los medios.
"Desde un punto de vista cultural, el espectador o receptor de mensajes realiza una serie de operaciones de identificación, de reconocimiento, de diferenciación, que suponen la existencia de un conjunto de recursos propios de un núcleo cultural a partir del cual se seleccionan y procesan el contenido de dichos mensajes. Cuando este núcleo propio no está constituido o lo está muy débilmente, los riesgos de alienación y de dependencia aumentan considerablemente. Los medios, en particular la televisión, no han sido concebidos para formar este núcleo. Dan por hecho, al contrario, que cada individuo ya lo ha desarrollado y, a partir de ese dato, la tendencia consiste en incrementar la diversidad de la oferta para permitir que cada uno elija el tipo de programa que prefiera” (Tedesco, 1995:84-85).
No hay comentarios:
Publicar un comentario